domingo, 14 de febrero de 2021

La Grafomotricidad

¿Qué es la grafomotricidad?

La grafomotricidad es la base de la que se parte para enseñar a un niño a escribir, es un movimiento gráfico que realizamos con la mano al garabatear, dibujar o escribir. Se trata de aprender a realizar unos movimientos con la mano para plasmar un grafismo en un trazo en un papel. De esta manera los peques adquieren coordinación ojo-mano.

¿Por qué es tan importante?

El inicio de la lectoescritura se realiza en la etapa de Educación Infantil, que comienza a los 3 años. En esta etapa se realiza un primer contacto con la escritura que no implica necesariamente que al final del proceso el peque sepa leer y escribir, pero sí será capaz de realizar trazos, se habrá familiarizado con los lápices, ceras o lapiceros y habrá adquirido destreza con las manos. También será capaz de dibujar y reconocer algunas letras e incluso alguna palabra como su nombre.

Sin embargo, antes de este momento los niños son capaces de realizar sus primeros trazos y garabatos. De hecho, a partir de los 18 meses los peques comienzan a desarrollar y practicar habilidades que también forman parte de la grafomotricidad.

Las etapas del grafismo de 0 a 6 años

El aprendizaje comienza por el trazo libre, la comprensión del espacio y el manejo de útiles. Después, poco a poco, se van desarrollando y perfeccionan los movimientos de los deditos y la mano. También se va aprendiendo el desplazamiento de izquierda-derecha y de arriba-abajo.

  • A los 18 meses, el niño comienza a expresarse gráficamente realizando los primeros garabatos. Éstos son trazos al azar sin orden que muestran su fascinación por los colores y las formas. Ya son capaces de coger un utensilios para dibujar (lápices, pinturas, ceras, etc…) Sus movimientos son rápidos, impulsivos y sin control. Mueven todo el brazo al dibujar y no tienen apenas coordinación entre el ojo y la mano.
  • A los 20 meses, comienzan a manejar la flexión y el movimiento del codo y aparecen los primeros garabatos de vaivén que, más adelante, se convierten en garabatos circulares.
  • A los dos años y medio, aumenta el control de la muñeca y la sujeción de pinza con los dedos. El peque ya puede realizar trazos más cuidados. También sigue ya los movimientos de la mano con la mirada, aunque el acto motor es todavía independiente del ojo como una especie de gesto por el placer del movimiento.
  • A los tres años, aparece la coordinación entre el ojo y la mano. Además entra en juego la percepción. El niño ya observa lo que dibuja y trata de controlar el movimiento de la mano. Aumenta el interés por la representación gráfica de cosas y disminuye la velocidad de sus trazados para tener mayor control y perfeccionar sus representaciones. Sus movimientos ya no son impulsivos, ni rápidos y sin control. También empieza a no salirse del papel, respetando los limites del espacio para dibujar. Comienza la combinación de colores y pone nombre el dibujo. Esto último es muy significativo ya que quiere decir que el dibujo comienza a tomar significado para él, que representa algo o pretende expresar algo mediante él. Al principio no hay mucha relación entre el dibujo, los colores y el objeto dibujado.
  • A los cuatro años, comienza la fase preesquemática. El niño piensa lo que quiere representar antes de dibujarlo. Comienza a a elaborar esquemas. Generalmente lo primero que consiguen representar es la figura humana, aunque le dan mucha más importancia a la cabeza y sus figuras están descompensadas. A medida que las áreas cognitiva, afectiva y social se desarrollan, sus dibujos van teniendo cada vez más detalles y se vuelven más realistas y menos abstractos.
  • Hasta los seis años, los peques han perfeccionado su técnica pictórica aunque el tamaño de los dibujos no es del todo real sino que se relaciona con la importancia que éstos tienen para el peque. Los colores también son elegidos de forma emocional.
Juegos para adquirir destreza en manos y dedos y desarrollar la coordinación ojo-mano

Los elementos básicos que intervienen en el desarrollo de la expresión gráfica son las manos, los dedos y la correcta coordinación entre el ojo y la mano. Existen toda una serie de prácticas sencillas para potenciar este desarrollo que podemos enseñar a los peques jugando con ellos.

Ejercicios para desarrollar la destreza de las manos:

  • Tocar palmas, primero libremente, después siguiendo un ritmo.
  • Llevar uno o más objetos en equilibrio en la palma de la mano, primero en una mano, después en las dos.
  • Hacer circuitos de dibujo libre con el dedo sobre la arena y/o sobre el agua.
  • Realizar gestos con las manos acompañando canciones infantiles.
  • Girar las manos, primero con los puños cerrados, después con los dedos extendidos.
  • Mover las dos manos simultáneamente en varias direcciones (hacia arriba, hacia abajo, movimiento circular, etc.)
  • Imitar con las manos movimientos de animales (león moviendo las garras, pájaro volando, etc.) o de objetos (aspas del molino, hélices de helicóptero…)
  • Abrir una mano mientras se cierra la otra, primero despacio, luego más rápido.

Ejercicios para desarrollar la destreza en los dedos:

  • Abrir y cerrar los dedos de la mano, primero simultáneamente y luego alternándolas. Después iremos aumentando poco a poco la velocidad.
  • Juntar y separar los dedos, primero libremente, luego siguiendo órdenes.
  • Unir cada dedo con el pulgar de la mano correspondiente, aumentando la velocidad.
  • Tocar el tambor sobre la mesa o “teclear” con los dedos sobre ella, aumentando la velocidad.
  • Jugar o tocar instrumentos musicales.
  • Con la mano cerrada, sacar los dedos uno detrás de otro, empezando por el meñique. Luego irlos guardando también de uno en uno.
  • Con las dos manos sobre la mesa levantar los dedos uno detrás de otro, empezando por los meñiques.

Ejercicios para desarrollar la coordinación ojo-mano:

  • Lanzar objetos, tanto con una como con otra mano, intentando dar en el blanco (caja, papelera, latas, bolos, diana, etc.)
  • Enroscar y desenroscar tapas, botes, tuercas…
  • Ensartar un cordón en bolas perforadas.
  • Abrochar y desabrochar botones.
  • Atar y desatar lazos.
  • Encajar y desencajar objetos.
  • Manipular objetos pequeños (lentejas, botones…).
  • Modelar con plastilina.
  • Pasar las hojas de un libro.
  • Barajar, repartir cartas…
  • Picado con punzón, perforado de dibujos, etc.
  • Rasgar y recortar con los dedos.
  • Doblar papel y rasgar por la dobles.
  • Recortar con tijeras.

Ejercicios de grafomotricidad

Para aprender a escribir no sólo hay que practicar la escritura. Actividades como dibujar, pintar, colorear, recortar, hacer pasatiempos como los laberintos o unir los puntos, ayudarán al niño a desarrollar la psicomotricidad fina.

Hay muchos ejercicios de grafomotricidad que podemos hacer en casa con el peque para ayudarle a estimular su psicomotricidad fina. Además, por lo general, los peques suelen entretenerse mucho realizándolos y adquieren una gran concentración con su práctica.

  • Lo primero que debemos hacer es preparar un ambiente relajado y tranquilo, con la televisión apagada. La música puede estimularles: rápida para hacer trazos cortos y suave para largos y ondulantes.
  • Antes de trabajar con un lápiz y un papel, es bueno que el niño comience a dibujar con el dedo con harina, arena, pintura de dedos, etc.
  • Después podemos empezar a enseñar al niño cómo se cogen correctamente las ceras de colores, cómo se sostienen entre los dedos y cómo se deslizan sobre el papel.
  • Para ganar destreza manual, podemos trabajar con el peque los trazos verticales, horizontales, oblicuos, circulares, en zig-zag, etc. En casa podemos realizar plantillas con puntitos muy juntos primero, para que el peque siga su trazo. Después podemos complicarlas distanciando los puntos que el niño debe unir.

No presionar al niño es fundamental, el proceso de la escritura abarca 3 ó 4 años y cada niño tiene su propio ritmo.



















viernes, 2 de febrero de 2018

LA AGRESIVIDAD, EL PLACER Y EL DESARROLLO por Hendrik Vaneeckhaute

La agresividad es la energía generada por el instinto de supervivencia para garantizar las necesidades básicas: alimentación, temperatura, abrigo, protección, afectividad, etc.
La agresividad es la energía que tenemos para conseguir lo que necesitamos y deseamos y para defender lo nuestro. Es la energía que nos hace mover para buscar nuestro bienestar como ser humano.
Somos seres sociales, por lo tanto la agresividad es fundamental en nuestra comunicación con los demás. Y en esta interacción con el mundo que nos rodea, nuestra agresividad se moldea. Dependiendo de cómo es esta interacción, nuestra agresividad se mantiene en un nivel saludable que permite una vida plena y feliz, se vuelca contra nosotros y nos convierte en personas sumisas, incapaz de luchar por lo que queremos o se hace violenta o destructiva hacia los demás o el entorno.
La agresividad como motor del desarrollo.
De la agresividad nace el movimiento, el salir hacia el mundo, la expresión como ser humano. Y requiere un reconocimiento mínimo. De la agresividad nace el movimiento, y el movimiento tiene como objetivo último la comunicación con el otro, con el mundo que nos rodea. Si dañamos la expresión de la agresividad, dañamos la comunicación, la relación con el otro.
Un niño depende del otro, del adulto, para sobrevivir, y su agresividad estará inicialmente dirigida a obtener la satisfacción de sus necesidades a través de este adulto: que sea alimentado, abrigado, tomado en brazos, etc. En otras palabras que sea cuidado por el adulto. La agresividad le hace buscar el pezón al nacer (cuando es dejado en el abdomen de la madre), le hace protestar cuando tiene hambre, cuando quiere estar cerca (en brazos), cuando tiene miedo, etc. También le hace defender su espacio, sus juguetes, su relación con la madre cuando viene un hermanito, etc. La agresividad también le hace ir hacia el mundo, buscar interacción, exploración y socialización.
La agresividad infantil les hace reclamar lo que necesitan:
  • contacto con afectividad (necesidad de estímulo cutáneo)
  • tener un adulto de confianza disponible (necesidad de seguridad)
  • contención, cobijo (necesidad de seguridad, de temperatura)
  • alimentación (necesidad de energía)
  • explorar el entorno (necesidad de entender)
  • comunicación (necesidad de entender, de ser reconocidos)
  • moverse (necesidad de desarrollo motriz)
  • autonomía, decidir (necesidad de ser reconocidos)
  • defender sus cosas (necesidad de ser reconocidos)
El niño depende del adulto y lo reclama para la obtención de la satisfacción de sus necesidades
Y lo hacen de la forma que saben:
  • con el llanto
  • con el grito
  • con la mano (pegando)
  • con el juego
  • con el movimiento
  • con la palabra
La agresividad por lo tanto es la energía detrás de la expresión de las necesidades. Y las necesidades forman el motor del proceso de desarrollo del niño o de la niña.
Las principales necesidades, además de las de alimentación, seguridad física y los cuidados más fisiológicos (higiene), son:
  • necesidad de afectividad que se regula a través del adulto cuidador en la interacción tónica: el tono de la mirada, de la voz y del tacto (estímulo cutáneo);
  • necesidad de seguridad emocional: tener un adulto de confianza disponible, sentir la contención emocional y física del adulto;
  • necesidad de entender el entorno: poder explorar libremente, tocar, probar, etc.;
  • necesidad de comunicación: vivir una interacción con sentido proporcionado por el adulto que ayuda a estructurar las vivencias y las emociones;
  • necesidad de desarrollo motriz: el movimiento libre proporciona las experiencias placenteras necesarias para un desarrollo motriz en equilibrio, que a su vez es fundamental para el desarrollo cognitivo;
  • necesidad de ser reconocido: tener autonomía, poder decidir, poder defenderse y sentirse defendido.
Estas necesidades no pueden ser separadas, están íntimamente conectadas unas con otras. Cuando damos afectividad, damos seguridad y estructuramos las experiencias de los niños. Cuando permitimos el movimiento libre en un entorno seguro, proporcionamos reconocimiento y autonomía, damos seguridad, ayudamos a entender el mundo, damos autoconfianza, etc.
Las necesidades necesitan ser satisfechas de forma placentera para favorecer un desarrollo sano.

LA AGRESIVIDAD COMO PULSIÓN DE VIDA.

Podemos ver la agresividad también como un impulso básico que genera una tensión que hace mover a la persona para tomar una determinada acción, con el objetivo de obtener la satisfacción placentera de su necesidad, lo cual provoca la relajación de la tensión inicial.

El esquema nos enseña que la necesidad o el deseo (dopamina), genera la acción (noradrenalina) que cuando logra la satisfacción placentera, genera una relajación (serotonina), que a su vez es necesario para generar otra vez un nuevo deseo (dopamina).
De esta forma creamos un ciclo, una pulsión de vida que impulsa el desarrollo.
Cuando el nivel de satisfacción de las necesidades no es suficiente, las tensiones generadas por las necesidades no se relajan y generamos bloqueos en el desarrollo.
Desde el punto de vista del estrés, estas tensiones suponen focos de estrés para el organismo. Cuando son mantenidas en el tiempo generan dificultades y trastornos.
Demasiada tensión
Como hemos visto antes, la satisfacción placentera de una necesidad provoca la relajación de la tensión creada. Cuando no hay distensión, la tensión se va acumulando y puede buscar salidas alternativas para reducir el nivel de tensión.
En primera instancia habrá una descarga directa de la tensión: el niño protesta, llama, llora, pega, muerde,…
Cuando esta descarga no es permitida, la tensión se acumula.
La destructividad es un acto consecuencia de una sobre-tensión. Se ‘destruye’ (a objetos, al otro, a si mismo) sin aparente razón. Son niños que pegan (o muerden, destruyen) sin aparente razón, o de forma muy exagerada. El movimiento que acompaña esta distensión, en general es un movimiento brusco, impulsivo.
En caso de una represión sistemática o una represión muy fuerte, el niño aprende a no expresar la necesidad. Es la anulación del deseo. Son niños que se vuelven apáticos, que no tienen interés o son muy dóciles. La agresividad es utilizada para autoreprimir el propio deseo.

EL SISTEMA NERVIOSO VEGETATIVO O AUTÓNOMO.

La tensión y la relajación que se genera en el esquema de la agresividad, se articula en el cuerpo del niño (y del adulto) a través del sistema nervioso.

EL ESTRÉS Y LOS NIÑOS

Cuando hablamos de estrés hay que distinguir entre tres tipos de estrés. El estrés positivo, el asumible y el tóxico.
El estrés positivo genera pequeñas alteraciones en el cuerpo (acelera el pulso, genera un estado de alerta emocional o cognitivo puntual.) Es provocado por acontecimientos en el día a día, pequeñas adversidades, retos, etc. Los niños, con el acompañamiento adecuado de los adultos, aprenden así enfrentarse a la vida. Un entorno normal, con sus objetos, sus movimientos, sus interacciones con los demás, contiene los estímulos suficientes (estrés a un nivel positivo) para promover un desarrollo sano. La agresividad que acompaña las necesidades básicas de explorar, de entender, de moverse, crea una tensión, un estrés interno, vital, que empuja hacia el movimiento y funciona como motor del desarrollo. Este entorno necesita de un maternaje suficientemente bueno, con interacciones por parte del adulto cuidador que proporciona un nivel de satisfacción de las necesidades expresadas por parte del niño suficientemente placentera.
El estrés asumible implica un aumento brusco de estrés que potencialmente podría ser dañino para el organismo, pero que por su duración limitada en el tiempo y el acompañamiento adecuado son asumibles y el cuerpo es capaz de volver a su estado sano. Ocurre cuando un niño se hace daño, cuando entra en entornos muy ruidosos, entornos nuevos, cuando presencia algún evento impactante, etc. Esencial en este tipo de acontecimientos es la relación cálida, de seguridad con los adultos. En ausencia de tal relación, el estrés asumible se vuelve tóxico para el cuerpo.
El estrés tóxico implica un estrés demasiado prolongado en el tiempo, muchas situaciones estresantes seguidas o un pico de estrés sin el adecuado acompañamiento. Muchas veces pasa desapercibido, porque se trata de un nivel de estrés que en primera instancia no parece dejar huella, pero que va erosionando el funcionamiento sano del cuerpo. El estrés tóxico hace que el cuerpo produzca un excedente de cortisol que no es adecuadamente eliminado porque es demasiado prolongado en el tiempo, porque el cuerpo no tiene tiempo de recuperarse o porque no hay un acompañamiento adecuado que permite al cuerpo relajarse suficientemente. Los efectos en los niños pequeños son los más nocivos, porque alteran el funcionamiento del cerebro y dejan huellas. No recibir suficientes cuidados afectivos, no poder moverse y/o explorar suficiente, no sentirse queridos, estar sometido a exigencias demasiado elevadas, estar mucho tiempo en entornos estresantes, son algunos ejemplos de situaciones de estrés tóxico para los niños.
Efectos nocivos del estrés.
El estrés tóxico afecta al funcionamiento del cerebro: disminuye las conexiones neuronales (sinapsis) y conlleva la disminución del volumen de cerebro en el córtex prefrontal. Esta es la zona que está involucrada en las funciones cognitivas y emocionales como son la toma de decisiones, el comportamiento social y la regulación de la impulsividad. El exceso de cortisol produce cambios en el funcionamiento del cerebro1. Otro de los efectos del estrés tóxico es la excesiva sensibilidad al mismo estrés: los niños se sienten atacados, o reaccionan de forma impulsiva ante expresiones y actitudes neutras de otras personas. Cuanto antes en el proceso de desarrollo del niño se produce este efecto, más duradero es.
Estrés en bebés.
Incluso en las madres embarazadas, el cortisol (de la madre demasiado estresada) penetra en la placenta y afecta al desarrollo del feto. El estrés crónico en una madre embarazada durante el último trimestre está vinculado a la aparición de TDAH en el niño más adelante.
Se sabe también que los recién nacidos que son dejados en el abdomen de la madre al nacer, piel con piel, eliminan rápidamente la adrenalina y el cortisol, consecuencia del proceso de parto. Cuando los bebes son separados de la madre, el cortisol y la adrenalina permanecen mucho más tiempo en el cuerpo de los recién nacidos.
Otros factores que producen estrés:
Dejar llorar tiene el mismo efecto nocivo en los bebes y niños.
Dormir separados de la madre también. En una investigación se constató que los niños de menos de un mes que duermen separados de sus padres muestran mayor sensibilidad al estrés.
Para los bebes es esencial que haya momentos frecuentes de contacto visual con el adulto cuidador, de sonreír, de divertirse, de estar en brazos, de ser tocado, masajeado. Todo lo que tiene que ver con la vivencia del placer con el adulto le ayuda a crear un vínculo seguro, y le ayuda al equilibrio emocional, aumenta la resistencia al estrés y potencia el sistema inmune.
Se sabe por las investigaciones que los niños que tienen un buen vínculo afectivo con la madre (con la figura de maternaje), son más resistentes al estrés (soportan mejor el estrés y eliminan más rápidamente el cortisol), tienen relaciones más estables y obtienen mejores resultados académicos.
Indicaciones de que hay un exceso de estrés:
enfermar con frecuencia, comportamientos violentos, falta de exploración, ansiedad e inseguridad.
Niveles demasiados altos de estrés producen en los niños bloqueos y retrasos en el desarrollo, trastornos de comportamiento, etc.
Conclusión:
Las vivencias de los niños pequeños dejan huellas profundas en su organismo, que alteran su estado emocional y su forma de relacionarse con los demás y, más en general, con el entorno. En los primeros años de vida los niños se desarrollan en relación con el adulto cuidador. Desde el desarrollo en el útero, pasando por las primeras experiencias al nacer, los primeros meses y años, el adulto cuidador influye de una forma determinante en cómo es la criatura. Es en este sentirse cuidado y respetado, que vive un profundo sentimiento de sentirse querido. Y eso es la base de nuestra salud.
Hendrik Vaneeckhaute
Psicomotricista Relacional y Especialista en Prevención y Salud Infantil en el espacio

lunes, 8 de enero de 2018

EL PAPEL DE LAS RABIETAS EN EL DESARROLLO

🙌😵EL PAPEL DE LAS RABIETAS EN EL DESARROLLO😊😍


Cuando nuestros peques llegan a la edad de entre 18 y 24 meses aproximadamente, empiezan lo que llamamos las rabietas, un momento complicado para los padres, pues es difícil saber cómo actuar en momentos así. A mí me ha ayudado mucho un libro de la Psicóloga infantil #RosaJové, "Ni rabietas ni conflictos", libro maravilloso que hace que comprendas mejor su comportamiento, y que no te preocupes mas de la cuenta.

- PERO, ¿QUÉ ES UNA RABIETA?
Una rabieta no es nada más que el deseo del niño enfrentado al deseo de los padres. Es una idea propia de un niño enfrentada a la idea que tiene el padre de cómo hacer aquello. Y el niño, como no entiende lo que le pasa, se ofusca y estalla emocionalmente.
Eso no quiere decir que la mejor idea sea la del niño, pero en su rudimentaria forma de empezar a razonar, el niño tiene unas razones que son muy importantes para él y las seguirá defendiendo hasta que no entienda que las nuestras son mejores.

- LAS RABIETAS, NECESARIAS PARA EL DESARROLLO.- Por muy dura que sea esta etapa para nosotros los padres, es una etapa necesaria para su desarrollo. El hecho de que ahora lo cuestionen todo hará que de mayores sepan cuestionarse adecuadamente las cosas.
Porque no queremos unos hijos que de adultos no se planteen los por qués y obedezcan ciegamente, queremos hijos con ideas propias y que las defiendan mientras no les demuestren que hay otras mejores.
Ojo, eso no quiere decir que tengamos que provocarles o hacerles enfadar para que tengan más rabietas, siempre que podamos evitar que se ofusque y se lleve un disgusto, así lo haremos, pero hay que tener en cuenta por lo que está pasando nuestro hijo para poderlo ver con perspectiva.
Y aunque este comportamiento puede hacer que nuestra paciencia llegue a límites insospechados, rechazarles o ignorarles cuando están en plena rabieta es contraproducente, y puede hacer que las rabietas se alarguen mucho más en el tiempo, hasta convertirse en algo crónico.
Hay una frase muy buena que Rosa Jové menciona en su libro: "Quiéreme cuando menos me lo merezca porque será cuando más lo necesite."
Porque cuando se comportan así, necesitan más cariño que censura, más explicaciones que obediencia ciega, más compañía que ignorancia.

- RELATIVIZAR, MIRAR CON PERSPECTIVA.- A nosotros también nos puede venir bién esta etapa. El mundo y las familias evolucionan, y quizá tengamos que cambiar nuestra rigidez y volvernos un poco más fexibles, relativizar.
Según la psicóloga #JudyDunn, a partir de los 2 años los niños se saltan las normas para explorar la realidad normativa de la familia; al hacerlo y observar la reacción de las personas adultas, los niños establecen qué normas son importantes, cuales no lo son y cuales sólo a veces.
Así que cuando parece que el niño nos quiere llevar la contraria, lo que está haciendo es comprobar si aquello es tan importante como parece. Esto nos obliga a replantearnos cosas, como si merece la pena discutir cada día con nuestro hijo porque no quiere llevar zapatos, quiere llevar deportivas.
Como padres debemos ser capaces de cambiar las normas y creencias y ser más flexibles, sino somos capaces de darnos cuenta de que a veces nuestros hijos nos muestran que hay normas que no sirven para nada, es que vivimos encerrados en un planeta irreal.

- LAS RABIETAS TIENEN FECHA DE CADUCIDAD.- Es tan importante tener esto en cuenta para poder relativizar y tomárnoslo con más paciencia...Cuando el niño crezca y por tanto disponga de un lenguaje que le permita expresarse de diferente manera, las rabietas se terminarán. Su manera de reaccionar, mediante el llanto o la agresividad, es la única que conoce de momento, no tiene más herramientas, y expresa su malestar de esa manera.
Conforme vaya creciendo no sólo aprenderá a expresarse a través del lenguaje, también será capaz de razonar mejor cuando le expliquemos cualquier cosa. Nuestro papel aquí es mostrarles comprensión y empatía, y mucha paciencia, además de intentar proporcionarle herramientas para que puedan expresar su descontento y su frustración de otra manera; cuanto antes dispongan de otros recursos, antes dejarán de usar la rabieta como forma de expersarse.



🌟En conclusión, no nos preocupemos más de la cuenta, todos pasan por esta etapa antes o después, y nosotros los padres debemos normalizarlo y no tomárnoslo como algo personal, sino como algo natural que forma parte de su desarrollo. Y menos dejarnos llevar de personas que en ves de ayudarnos le tiran leñita al fuego diciendo: tu hijo te controla, el sabe, te esta manipulando, castigarlo es bueno... Por favor hagan caso omiso los niños no manipulan es absurdo que un niño con su poca capacidad emocional de 1 a 4 años pueda controlar a un adulto con más de 20 años de diferencia...! Así que a tomarse esta etapa con paciencia y buen humor 😀😀😀